EVOCACIÓN XXXII CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL CELEBRADO EN BUENOS AIRES EN 1934





S.S. PÍO XI
EXCMO SR. PRESIDENTE DE LA NACIÓN ARGENTINA
GENERAL AGUSTÍN P. JUSTO
ARZOBISPO de BUENOS AIRES 
SANTIAGO  LUIS COPELLO



PRESIDENTE DEL COMITÉ EJECUTIVO DEL
XXXII CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL

Monseñor Francisco Alberti y 
Monseñor Fermín Lafitte, de Córdoba

Doctor Julio A . Roca, vicepresidente de la Nación,
Dr. Carlos Saavedra Lamas, Ministro Plenipotenciario
(Aclaro que Roca no participó del  Congreso)
DR. TOMÁS R. CULLEN



Adela Ladislao de Olmos y
María Unzué de Alvear

Cardenal Juan Verdier,
Arzobispo de París- Francia


¿QUÉ ES UN CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL?
Un Congreso Eucarístico Internacional es la realización de Asambleas magnas donde se congregan los católicos más destacados del mundo por su piedad y por su ciencia para estudiar el dogma de la Sagrada Eucaristía, hacer conocer la verdad de la Presencia Real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento y promover su mayor glorificación en medio de los hombres.
  Existía un Comité permanente, compuesto de personas eclesiásticas y civiles, cuyo presidente era designado directamente por el Sumo Pontífice. En 1934 ocupaba este cargo el Excmo. Señor Obispo de Namur, Monseñor Tomás Luis Heylen, quien ejercía la presidencia desde el año 1901. La misión de este Comité consitía  en promover la realización de los Congresos Eucarísticos Internacionales, designar el lugar donde deben celebrarse, fijar los temas que han de estudiarse en las sesiones y decidir todas las cuestiones relacionadas con la organización y la preparación de los mismos.
  Los Congresos Eucarísticos Internacionales, según disposición acertada del Comité permanente, tenían lugar cada dos años. De acuerdo con el Arzobispo u Obispo de la arquidiócesis o diócesis donde debía realizarse el futuro Congreso, el Presidente del Comité permanente presentaba la petición al Santo Padre quien definitivamente aprobaba o no la decisión tomada por el citado Comité.
  Las sesiones del Congreso solían durar cuatro días, en los que se realizaban funciones religiosas solemnísimas, reuniones de congresistas según las diversas  nacionalidades, asambleas magnas en las que se pronunciaban discursos por los más célebre oradores eclesiásticos y civiles, se estudiaban asuntos de índole dogmática y litúrgica tendientes a promover el amor conocimiento de la Presencia Real de Jesús en el Santísimo Sacramento, extender su devoción y acrecentar en las almas el amor al Dios de la Eucaristía.
  Participaban en estas asambleas, además del Cardenal Legado de su Santidad, otros Cardenales de Ördenes religiosas, miles de sacerdotes del clero secular y regular y los más destacados personajes del mundo católico.
ORIGEN DE LOS CONGRESOS EUCARÍSTICOS 
La obra de los Congresos  Eucarísticos tuvo su origen en el célebre santuario de Paray-le-Monial, en el cual, dos siglos antes, Nuestro Señor Jesucristo se dignara manifestar al mundo los tesoros de su Divino Corazón.
  El 29 de junio de 1873, en un acto solemne más de doscientos diputados católicos se reunieron en esa iglesia para consagrar a Francia al Sagrado Corazón. Entre lo fieles que asistieron a esa ceremonia hallábase una mujer humilde y piadosísima, la señorita María Marta Emiliana Tamisier.

Basílica Paray-le-Monial-Francia

  Al escuchar la fórmula de tal consagración, la señorita Tamisier tuvo de pronto la inspiración de provocar en toda Francia un intenso movimiento eucarístico a objeto de paliar los avances de la irreligión y hacer volver a la nación a Cristo. Poco después esta idea se generalizaba y universalizaba. Este fue el origen de los Congresos Eucaríticos Internacionales.
  La señorita Tamisier tuvo tres grandes consejeros que la alentaron en esta empresa gigantesca: el hoy beato Pedro Julián Aymard, fundador de la Congregación de los Padres Sacramentinos y de las Siervas del Santísimo Sacramento;  el Padre Chevrier, que la hizo desistir de sus porpósitos de ingresar en religión; y el celebérrimo Monseñor de Segur quien impulsó la celebración del primer Congreso Eucarístico.
  Este primer Congreso tuvo efecto en la ciudad de Lille, (Francia) el 28 de junio de 1881, desarrollándose dentro de un marco de grandiosidad que hacía fácilmente presumir la impoartancia que habrían de alcanzar en el futuro éstas Asambleas en que se glorificaba al augusto Sacramento.

MARÍA MARTA EMILIANA TAMISIER

   LA BENDICIÓN DEL PAPA LEÓN XIII. 
   El Papa León XIII, de ilustre recordación, dirigía desde Roma, el 16 de Mayo de 1881, al Presidente de la Obra del Congreso, Monseñor de Segur, el siguiente breve, que por su importancia se trascribe. Dice así: "Conviene a la devoción de los fieles celebrar solemnemente el recuerdo de la Institución de tan saludable y admirable sacramento. Nosotros veneramos el modo inefable como Dios está presente en este Sacramento visible. Alabamos el poder divino que obra tantas maravillas en este Sacramento y damos gracias a Dios por don tan suave e inefable. Es por todo esto, querido hijo, que Nos acordamos con una afección muy especial, la bendición apostólica a Vos y a todos cuantos asistan a ese Congreso"..
  Con la bendición del PAPA León XIII se iniciaron los Congresos Eucarísticos Internacionales y desde entonces, en todas las magnas Asambleas, el Vicario de Jesucristo estuvo en alguna forma siempre presente y en la persona de sus Legados recibió el homenaje y las aclamaciones de los congresistas eucarísticos.


BUENOS AIRES- CATEDRAL Y ARZOBISPADO.-
 BUENOS AIRES SEDE DEL XXXII CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL.        
La  idea inicial de la celebración del Congreso en  Buenos AIres, se proyectó en el año 1924, en el Congreso Internacional de Amsterdam (Países Bajos). Seguidamente a las tramitaciones correspondientes fue consagrado oficialmente  en noviembre de 1930 por el Comité Permanente de los Congresos Eucarísticos Internacionales, previa la aprobación  del Soberano Pontífice Pío XI, gloriosamente  reinante.
Le tocó así a la Argentina el insigne  honor de haber sido designada su Capital como el asiento del Primer Congreso Eucarístico Internacional que se celebraba en Sud América.  
El pueblo argentino comenzó desde ese momento su preparación próxima para el triunfo de la Eucaristía, purificándose en primer lugar, con santos ejercicios espirituales y piadosas misiones, frecuentando la confesión sincera y la comunión fervorosa, rodeando con hambre y sed de cultura religiosa las cátedras en que se anuncia la palabra de Dios, reformando con nuevas adhesiones y vigorizando con nuevo entusiasmo las obras eucarísticas, tomando parte en los Congresos Regionales y solemnidades locales que organizaron los Comités  Diocesanos y Parroquiales, apoyando finalmente, con interés y diligencia, la inmensa labor preparatoria que pesaba sobre las Comisiones Nacionales del futuro Congreso. Se crearon las Comisiones Ejecutivas del Congreso  por un Auto del Obispo Santiago Luis Copello: "Dios mediante en Octubre de 1934 se reunirá en Buenos Aires  el XXXIIº Congreso Eucarístico Internacional. 
     Será un homenaje mundial a Nuestro Señor Jesucristo, real y verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía, y la presentación solemne de nuestra Patria, y en particular de nuestra Iglesia, ante los católicos que de todas partes del mundo acudirán, con ese motivo, a nuestra Capital.
 (...) Venimos pues, por el presente Auto en nombrar dos Comisiones, una de caballeros y otra de damas, las que, bajo la presidencia de nuestro Pro-Vicario, el Excmo.Sr.Obispo de Attea, Mons Fortunato Devoto, tendrá sobre sí la laboriosa y complicada tarea de proyectar y ejecutar todo lo que exija el buen éxito del Congreso.(...)
(...)  a partir de estas dos Comisiones se agregaron subcomisiones o secretariados: de propaganda, de hacienda, de recepción, de trasnportes, de liturgia, de música,etc., según lo exigían las circunstancias.

DISTINTIVO DEL CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL BONAERENSE
 Tiene forma de escudo, porque el Santísimo Sacramento es nuestra defensa en la vida y en la muerte. Tiene como fondo nuestra bandera, símbolo de la patria. Lo rodea una franja blanca y amarilla, colores de la insignia pontificia, para significar la unidad de los fieles en la obediencia al Vicario de Cristo. Su parte  inferior está modelada conforma al escudo que Don Juan de Garay dio a la ciudad de la Santísima Trinidad de Buenos Aires: un águila coronada cobijando bajo sus alas cuatro aguiluchos y sosteniendo en su garra una cruz roja.El escudo del Congreso, Buenos Aires simbolizada por el águila, levanta con santo orgullo en la Hostia Eucarística a Cristo Rey, a quien cede su trono el Sol de la Libertad para que sobre los pliegues de la azul y blanca bandera Jesucristo Dios sea reconocido como Rey del Mundo y aclamado Señor de la humanidad. 


DESTINTIVO DEL XXXII CONGRESO EUCARÍSTICO


                   BOSQUE DE PALERMO EN CAPITAL FEDERAL-MONUMENTO ESPAÑOLES
-Av del Libertador - Av. Sarmiento   
El Monumento cubierto por la Gran Cruz -la más grande del mundo- Se puede observar el orden que reinó.

  LUGAR ELEGIDO PARA LA CONCENTRACIÓN DE LA MASA DE LOS CONGRESISTAS.
Fue elegido el carrefour (rond-point) en el bosque de Palermo. Dos largas y anchas Avenidas: Alvear y Sarmiento.En el centro del carrefour se erige el Monumento en mármol de los Españoles, ofrecido por la madre patria a su hija liberada en el Centenario de su Independencia en 1910. El ingeniero Jorge Mayol, antiguo alumno de la Escuela central de París, concibió la idea de esta cruz monumental (la más grande del mundo)  Mayol encerró el monumento, midiendo 28 m.75 de alto; ésta reposaba sobre un zócalo de dos pisos o paliers, el que debía servir de santuario y tener lugar para los 200 obispos o prelados que tomaron parte en el Congreso. Se dispusieron al pie de la platataforma cuatro altares, cada uno de los cuales se enfrentaban a una de las cuatro avenidas. Allí podían celebrar los Cardenales al mismo tiempo.
El Altar Pontifical, se elevó en un ángulo del monumento de manera que fuera visto por todos los concurrentes.

                                         Dionisio R. Napal,

Radiolocutor del Congreso.
Vicario General de la Armada




Para que el Congreso Eucarístico fuera realmente internacional tenían que unísrseles el universo.Las Repúblicas sudamericanas adhirieron enseguida,que enviarían sus representantes oficiales, altos dignatarios eclesíasticos. La inmensa mayoría no podría desplazarse a Buenos Aires fue necesario encontrar la manera de que ésta fuera hacia estos fieles lejanos. Situación que dio nacimiento a la Misión radio telefónica internacional, una de las más geniales iniciativas que hayan marcado la preparación del Congreso de Buenos Aires. Las ondas sonoras se expandieron así a través del mundo entero
Cardenal Eugenio Pacelli, 
Legado Pontificio al Congreso

  El Legado del Papa fue el Secretrario de la Santa Sede, Eminentísimo Cardenal Monseñor Eugenio Pacelli.
El Excmo.señor Nuncio Apostólico , Mons. Dr. Felipe Cortessi, informó oficialmente al Comité de que había recibido la comunicación oficial de la designación del Cardenal Pacelli como Legado del Papa, para traer su represntación al Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires.
 El Cardenal Pacelli era una de las personalidades más ilustres de la Iglesia Católica. Nacido el 2 de marzo de 1876, fue ordenado sacerdote en marzo de 1899. Era Secretrario de la Santa Sede desde el 7 de febrero de 1930. Esta designación fue muy significativa pues era la primera vez que se designaba para salir de Roma en misión oficial a un Secretario de Estado de la Santa Sede. Esto demostró el gran honor que el Santo Padre hizo a la Nación Argentina al nombrarar al Excelentísimo Cardenal para que lo representara.
Es interesante señalar que el Cardenal Pacelli dominaba 8 idiomas completamente, por lo cual pudo exprresarse en muy buen español durante toda su estadía en Argentina. Desde el primer contacto con el pueblo argetino, el Legado Pontificio, lo  conquistó, fruto de su piadosa ternura, de la impresión sobrenatural de su inteligencia, , de paz interior y de unión con Dios.
                                                                      MARTES 9 DE OCTUBRE  -    

                                                 RECEPCIÓN DEL CARDENAL LEGADO
Llegó el Legado a Argentina en el Conte Grande
Acá el cielo, en Europa, el infierno
 MARTES 9 DE OCTUBRE  - SOLEMNE RECEPCIÓN DEL CARDENAL LEGADO
 En Puerto Madero del Cardenal Legado de su Santidad el Papa Pío XI, fue recibido por las autoridades eclesiásticas y civiles. Discurso de bienvenida por el Intendente Municipal. Durante el recorrido que hizo la comitiva por la Plaza San Martín, Santa Fe, Callao, Av.de Mayo, hasta la Santa Iglesia Catedral, permanecieron escalonados los colegios e instituciones católicas y los fieles, agitando banderitas nacionales y pontificias. Luego de las preces en la Catedral, la comitiva acompañó al Legado a su residencia

RECEPCIÓN EN EL PUERTO

10 DE OCTUBRE DE 1934
- 
INICIO DEL CONGRESO EUCARÍSTICO
DÍA DEL PAPA
Diario La Nación-11.10.1934

UN ARCÁNGEL ANUNCIA LA APERTURA DEL  XXXII CONGRESO
A las 10 horas- En Palermo - Apertura Solemne del XXXII Congreso Eucarístico Internacional. 
Misa rezada por un Prelado. 

1.000.000 de personas asistieron a la Misa Pontifical de apertura

LAS "HIJAS DE MARÍA" ASISTIERON A LA MISA INAUGURAL, A LO LARGO DE LAS AMPLIAS AVENIDAS OCUPARON GRANDES EXTENSIONES  EN UN ORDEN INTACHABLE
Jueves 11 de octubre 
DÍA DE LOS NIÑOS
A las 8 horas, en Palermo - Gran concentración de niños y niñas. Misa de Comunión general para los mismos, oficiadas simultáneamente en cuatro altares, al pie del Monumento por Eminentes Cardenales, doscientos cincuenta sacerdotes o diáconos distribuirán la Santa Comunión. Ceremonia de la Ofrenda Simbólica. Desayuno de los niños y niñas.
COMULGARON 107.OOO A 110.000 MIL NIÑOS Y NIÑAS


EN MUY BUEN ORDEN  Y FORMACIÓN, EN BANCOS ADECUADOS, LOS NIÑOS COMULGANTES.
EXCLAMACIÓN DE SS.EL NUNCIO APOSTÓLICO CARDENAL PACELLI
ANTE LA COMUNIÓN DE NIÑOS Y NIÑAS

EN EL DÍA DEDICADO A LOS NIÑOS/AS EL LEGADO EXCLAMÓ:
¡ESTO ES EL PARAÍSO!




 EN LAS AVENIDAS UBICADAS EN SUS BANCO LAS NIÑAS COMULGANTES

A LAS 22 HORAS-POR LA NOCHE GRAN CONCENTRACIÓN DE HOMBRES
Hubo concentración de Caballeros y Jóvenes en la Plaza del Congreso. desfile por la Av.de Mayo hasta la Plaza de Mayo.Alocuciones por varios dignatarios Eclesiásticos y Delegados al Congreso.  A las 24 horas - Misa de Comunión general para Caballeros y Jóvenes, celebradas simultáneamente en cuatro altares, junto a la Pirámide de Mayo,  oficiadas cada una, por cuatro Prelados.  
En la Santa Iglesia Catedral permaneció expuesto el Santísimo Sacramento toda la noche; adoración nocturna y misas en la Catedral
    

ILUMINACIÓN NOCTURNA
CONCENTRACIÓN HOMBRES 22 HS

BAUTISMOS

CONFESIONES

COMUNIONES
Verdaderamente la Plaza de Mayo era la Plaza de la Victoria (su antiguo nombre), de la Victoria de Cristo, el Rey de la Paz. Esa Plaza en la que se centró la vida colonial, y presenció el comienzo de nuestra independencia, en esa noche inolvidable de octubre de 1934 era testigo  de la conversión masiva más grande de la historia, después de la época de los Apóstoles. ("Dios de los Corazones" de Giorgio Sernani)

Viernes 12 de octubre 
DÍA DE LA RAZA
10 hs.Misa Pontifical en Palermo
22 hs. Conmemoración en el Teatro Colón

EN EL TEATRO COLÓN- FIESTA DE GALA
Cardenal Gomá y Tomá y Dr. Martinez Zuviría
Arzobispo de Toledo y Primado de España 
Cardenal Isidro Gomá y Tomás 

DOCTOR GUSTAVO MARTINEZ ZUVIRÍA
Presidente Comisión Prensa y Propaganda


Sàbado 13 de octubre:
DÍA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
 8 horas-Palermo.   MISA REZADA POR LA PAZ Y
PROSPERIDAD DE LA PATRIA.


Virgen de Luján Patrona de la Argentina
Homenaje nacional e internacional a la Virgen de Lujàn, Patrona de la República Argentina, Uruguay y Paraguay, y Patrona del XXXII Congreso Eucarístico Inernacional La imagen de la Virgen será colocada en el Altar y se le rendirán honores civiles y militares. Canciones: Salva al pueblo argentino.- Cantemos al amor de los amores-Himno Oficial del Congreso.
8 HS-PALERMO-MISA REZADA POR LA PAZ Y LA PROSPERIDAD DE LA PATRIA.
Homenaje Nacional e Internacional a la Virgen de Luján, Patrona de la República  Argentina, Uruguay y Paraguay, y Patrona de este Congreso. La imagen de la Virgen de Luján fue colocada en el altar y se le rindieron honores civiles y militares. El Ejército rodeó la Cruz blanca que a sus pies tenía entronizada a la Madre de la Patria. Generales, Coroneles, Jefes y Oficiales, con uniforme de gala y jóvenes soldados. La Patria toda: el Presidente de la República, ministros y goberantes. obispos, sacerdotes, hombres y mujeres, niños, todos con ellos, iban a ofrecer su homenaje a la Virgen de Luján; se unieron a ellos los peregrinos del mundo.
(La Nación 14.10.1934)
Homenaje del Ejército-Militares y Cadetes


CONFESIONES
                           
   COMUNIONES    
MOMENTO EN QUE SE IZA LA BANDERA

DOMINGO 14 DE OCTUBRE  
DÍA DEL TRIUNFO EUCARÍSTICO MUNDIAL
10 horas en Palermo
 SOLEMNE PONTIFICAL  oficiado por el Eminentísimo Cardenal Legado de su Santidad. Homilía por su Eminencia. Bendición Papal.    Las banderas de todas las naciones del mundo representadas en el Congreso, harán guardia de honor en torno del Monumento durante el Pontifical

!!EL SUMO PONTÍFICE SS. PÍO XI TRASMITE SU BENDICIÓN POR RADIO DESDE ROMA
Al final de la misa el Papa Pío XI envió su bendición, habló en latin, exactamente 6 minutos. Durante este rato se hizo un silencio absoluto en la multitud; pero cuando terminó su Bendición una explosión delirante triunfal y emocinada, vibró en el aire.


Al finalizar las ceremonias el Santo Padre habló por radiotelefonía. Comenzó su mensaje : "Cristo, Rey eucarístico vence; Cristo, Rey eucarístico, reina; Cristo, Rey eucarístico impera. Estas palabras las meditábamos con regocijado  júbilo ¡Oh amadísimos en Cristo! mientras seguíamos vuestro trabajos, casi como si estuviéramos presente, por medio del invento de  Marconi, todos los días, y  estaríamos por decir así, todas las horas. Ahora que termina solemnemente, felizmente, vuestro Glorioso congreso de Buenos Aires, nos place añadir con exaltación:¡Cristo, Rey eucarístico triunfa!"

15 horas CONCENTRACIÓN DE TODAS LAS INSTITUCIONES Y FIELES EN LOS SITIOS QUE LE SERÁN DESIGNADOS PARA LA GRANDIOSA PROCESIÓN DE CLAUSURAque se iniciará en la Iglesia del Pilar, desfilará por la Avenida Alvear hasta el Monumento.

Iglesia del Pilar actual, pintada  de blanco al estilo pagano

Templo Nuestra Señora del Pilar con su fachada original, estilo colonial

17 horas- PROCESIÓN TRIUNFAL DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

al fondo la Iglesia del Pilar que muestra su estilo original   

OBISPOS ARGENTINOS Y EXTRANJEROS EN PROCESIÓN

EL SANTO PALIO CONDUCIDO POR LOS FIELES,
EN EL CENTRO LA CUSTODIA CON LA SAGRADA FORMA
SOSTENIDA POR EL CARDENA


Se llevaba la Santa Hostia en una Custodia monumental, fijada a una plataforma móvil desplazada lentamente por 12 sacerdotes vestidos de coro. En el centro de esta capilla rodante, bajo el palio, el Cardenal Legado permanecía arrodillado cubierto con una capa pesada bordada con oro. Las manos juntas, en actitud de orar, la cabeza ligeramente  levantada hacia la Hostia Santa; en contemplación; el piadoso oficiante quedó completamente inmóvil durante algo más de 2 horas. ¡Dos horas arrodillado! Su acendrada fe lo mantuvo arrodilado e inmóvil ante la Custodia, venerando la SANTA HOSTIA!

                       CUSTODIA SOSTENIDA POR EL LEGADO PONTIFICIO

LA MAYOR APOTEOSIS DE LA EUCARISTÍA EN VEINTE SIGLOS. 
   Buenos Aires, la segunda ciudad católica del mundo por su población (después de París), tiene en su historia un día divino, como no lo tiene ninguna otra ciudad.
   La cuidadosa preparación espiritual del XXXII Congreso Eucarístico Internacional, que durante dos años trabajó el corazón  de este pueblo, fructificó en la esplendorosa primavera de 1934, que nuestros ojos vieron, por un prodigio de la gracia, convertida en un otoño fecundo.
   Ya a principios de octubre fue fácil advertir en los templos una afluencia inusitada de fieles. Desde el alba se llenaban las iglesias y se fatigaban los confesores (no obstante la ayuda de sacerdotes extranjero), y pasaban de 200.000 las comuniones diarias.
   Hasta que en la noche del 11 de octubre, segundo día del Congreso Eucarístico, apareció en la Avenida de Mayo (que tiene 1.300m de largo por 30 de ancho) impresionante columna de hombres, que avanzaba silenciosa y contrita para comulgar en la Plaza de Mayo.
   No se ha visto nunca, ni aquí ni en ninguna otra parte del mundo, espectáculo semejante. Ni se volverá a ver, si el Señor no repite aquel milagro, que no fue de la multiplicación de los panes, sino de los convidados, los cuales acudían a comer el único pan que aunque se reparta no disminuye, según se lee del fuego nuevo en el Oficio del Sábado Santo. 
   Sabemos exactamente cuántas hostias se distribuyeron en la plaza y en toda la extensión de la avenida a los comulgantes, que las recibieron arrodillados sobre la calzada o en las aceras y hasta en el andén del subterráneo.
   Fueron 209.000. Y como desde el primer momento se advirtiera que no alcanzarían, los sacerdotes pocas veces las dieron enteras, y muchos las fraccionaban en varias partículas.
   Podemos calcular que desde la medianoche hasta las cinco de la mañana del 12 de octubre, se realizaron 400.000 comuniones de hombres al aire libre. Y a ellas siguieron en las iglesias las de 100.000 niños, los mismos que el día anterior comulgaron al pie de la inmensa Cruz, en los jardines de Palermo. Y siguieron también las de todas las mujeres católicas que había en Buenos Aires en esos días, y que en fervor superan a los hombres, y fueron cerca de 700.000. 
    Así, pues, el 12 de octubre de 1934 se realizaron en Buenos Aires 1.200.000 comuniones, cifra jamás alcanzada en la historia del mundo, y el radiante sol de aquel día extraordinario, iluminó, junto con la mayor apoteosis de la Eucaristía en veinte siglos, una enorme ciudad en estado de gracia.
    Hoy sólo sabe Dios la masa de prevaricaciones que habrá compensado ese pan convertido en la Carne de Cristo, y arrojado en la balanza de la eterna justicia, por la eterna misericordia.
    Pero algún día sabremos nosotros también de cuántos dolores ha librado a la nación y al mundo la virtud del Congreso Eucarístico, cuya historia vamos a relatar.
     La idea de celebrarlo aquí había nacido diez años antes en el Congreso Eucarístico de Amsterdam (22-27 julio 1924), donde los representantes argentinos, el franciscano Fray José M. Liqueno (qepd) y el doctor Tomás R. Cullen, propusieron por primera vez a Buenos Aires para el Congreso de 1928.
   Con  esto demostraron su patriotismo y su fe, y asimismo una feliz audacia, justo es decirlo, ahora que las cosas han pasado.
   Porque sólo había entonces en la República Argentina un arzobispado, que estuvo más de tres años vacante, y diez obispados.
   ¿Cómo, pues, atreverse a disputar el  honor del primer Congreso Eucarístico de la América del Sur, a otras naciones mucho más adelantadas en jerarquía eclesiástica?
   ¿No era exponerse a un rechazo? ¿No era exponer al Congreso mismo a un fracaso humillante y doloroso?
   La moción Liqueno-Cullen fue acogida fríamente por la mayoría de la asamblea, pero ganó el apoyo del cardenal Reig y Casanova, que presidía la delegación española, y se constituyó en aliado de los argentinos.
   La acefalía arzobispal, que afligía a nuestra iglesia, influyó en aquella ocasión: Chicago fue designada para el Congreso de 1926, y Sidney (Australia) para el de 1928.
   Quedaba la esperanza del de 1930. Ya teníamos arzobispo, el muy querido Fray José María Bottaro, que desde el principio de su arzobispado solicitó por notas reiteradas a la Comisión Permanente de los Congresos Eucarísticos del diputado honor para su patria.
    Pero en 1930 debía celebrarse el 15º centenario de la muerte de San Agustín, y en 1932 el 15º centenario de la muerte de San Patricio, y pareció de justicia conceder a Cartago y a Dublin esos dos Congresos.
   ¿Dónde se celebraría el de 1934?
   De nuevo en el Congreso de Cartago el delegado argentino, doctor Cullen presentó su proposición, que obtuvo otra vez el apoyo de los e españoles, presididos por el Obispo de Madrid-Alcalá, Monseñor Leopoldo Eijo y Garay.
   Dos años después, en Dublin, adonde la Argentina asistió representada por Monseñor Daniel Figueroa, que había de ser el Presidente del XXXII Congreso Eucarístico, se advirtió que la idea iba ganando sufragios.
   Pero el 6 de septiembre de 1930 estalló la revolución en Buenos Aires. ¿Cómo pensar en un Congreso Eucarístico en una nación conmovida por la guerra civil?
   Ni los argentinos, ni los españoles, presididos por el eminente Cardenal Segura, perdieron la confianza.
   El país inmediatamente recobró la tranquilidad, y el nuevo gobierno apoyó con entusiasmo las gestiones que se hacían en París ante el Comité Permanente de los Congresos.
    El 4 de octubre de ese año, el Vicario Capitular de la Arquidiócesis, Monseñor Santiago Luis Copello (actual Arzobispo), dirigía al Comité una expresiva nota, reiterando las de Monseñor Bottaro.
   Y triunfó la tenacidad de los argentinos y de sus aliados.
   Casi por unanimidad el Comité eligió a Buenos Aires para el Congreso de 1934.
   “Es evidente –dice el doctor Tomás R. Cullen- que la influencia máxima que determinó a Buenos Aires como sede del futuro Congreso Internacional se debe a la bondad paternal del Santo Padre Pío XI, que en todos los momentos y circunstancias ha manifestado su afectuosa deferencia por la República Argentina, y que siempre que fue consultado sobre el problema pendiente expresó su opinión favorable para nuestro país”.
   El Papa conocía la entraña católica de Buenos Aires, mejor tal vez que muchos argentinos, a través de las informaciones de su Nuncio, Monseñor Cortesi, que fue uno de los hábiles abogados de nuestra causa, pues la supo presentar y la defendió hasta ganarla.
   Todavía, en otro hecho extraordinario, se manifestó la predilección del Papa hacia la Argentina; por primera vez en la historia de la Iglesia, un Pontífice designa como representante suyo, que había de ir al otro lado de los mares, a su propio Secretario de Estado, nada menos que al Eminentísimo Cardenal Pacelli.
   Jamás podremos pagar al Papa el bien que nos ha hecho.
   Y no es fácil que en siglos de siglos otros ojos vuelvan a ver lo que vieron los nuestros, en esos cuatro días de octubre.
   La ciudad que se ignoraba se conoció a sí misma, y la Cruz inmaculada (dentro de la cual el genio de su constructor logró ocultar el enorme y profano mármol de Querol, fue por unos días el polo de las miradas del mundo.
   Aquellos a quienes el Arzobispo  confió la organización del XXXII Congreso Eucarístico Internacional desde el primer instante tuvieron la visión casi material de lo que sería, y lo proyectaron tal como fue.
   Los otros, los que miraban de lejos, ni sospecharon, ni se imaginaron el complicado mecanismo de la maquina colosal, que se fue construyendo pieza por pieza, que insumió energías incalculables, que se alimentó durante dos años de plegarias y de limosnas, y a su tiempo, en el minuto preciso, funcionó como un asombroso mecanismo de recogería.
   El Congreso Eucarístico de Buenos Aires, el mayor de los celebrados hasta ahora, más que obra de hombres, fue obra predilecta de Dios.
   Las muchedumbres nunca vistas, que llegaban en millares y millares de vehículos, y se congregaban y obedecían con precisión militar a la voz de un locutor, y terminadas las ceremonias se dispersaban en contados minutos, sin accidentes ni incidentes, daban la sensación de un verdadero milagro.
   Cien veces en aquellos días nos pareció tocar la mano de Dios:  digitus Dei est hic.
   Y si eso fue lo que se vio, ¿qué diríamos del invisible trabajo de la gracia en los corazones?
   Buenos Aires, ciudad babilónica, sin la tradición de siglos que hace la fuerza de las ciudades europeas, donde se chocan ásperamente los intereses y los ideales, las razas y las lenguas, los que niegan y los que afirman nunca había parecido ser lo que resultó.
   Se ignoraba a sí misma, y se conoció, y toda América, que se había volcado sobre ella en copiosas y brillantes delegaciones, y el mundo entero que le envió mensajeros por millares, vieron el milagro de una gran ciudad moderna que confesaba a Cristo y no se saciaba de comer su Carne.
   ¿Qué vendrá después? No lo sabemos. Tampoco sabíamos que habíamos de ver 400.000 hombres confesándose y comulgando en las calles de la ciudad.
   Pero podemos decir, con el Profeta Isaías: “El pueblo que marchaba en tinieblas ha visto una gran luz.” (I., 9,2.)
(Extraído de “PÁGINAS CATÓLICAS” de Hugo Wast)


Coro de 560 voces-Director P. Domingo Bonaparte, compuesto entre otros por la 
Schola Cantorum del Seminario de Loreto y del Instituto Villada Cabrera (todos de Córdoba)
SUBLIME FINAL DEL XXXII CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL.
   La más pujante descripción de la ceremonia de clausura nunca será otra cosa que una pálida imagen de lo que nuestros ojos vieron en la tarde del 14 de octubre de 1934.
   El Papa había querido que el de Buenos Aires batiese todos los récords en la historia de los Congresos Eucarísticos, y así ocurrió.
   La intensidad del fervor popular y la concurrencia fueron creciendo a cada ceremonia, hasta la última tarde, en que el Cardenal Pacelli, al columbrar desde la alta plataforma aquel océano cristiano que ceñía la cruz y al sentir en el magno silencio el profundo palpitar de tantos corazones, pudo exclamar de nuevo, como en la inolvidable mañana de la Comunión de los niños: “Verdaderamente, esto es el Paraíso”.
   La amplísima avenida, en el espacio que media entre la Iglesia del Pilar y el Monumento (casi cuatro kilómetros de largo por sesenta metros de ancho) y las ochenta calles que desembocan de un lado y otro, fueron estrechas para el gentío que llegaba impelido por el viento del profeta Ezequiel, fuerza irresistible y misteriosa que anuncia la presencia de Dios.
   Durante el solemnísimo pontifical de esa mañana, la radiotelefonía había derramado sobre la ciudad en éxtasis la sagrada voz del Papa, que durante seis minutos habló desde el Vaticano; y se presentían nuevas emociones en la procesión final.
   Miles y miles de personas no quisieron alejase de los jardines de Palermo para no perder ni el sitio logrado con afán, ni episodio alguno de la clausura.
   Bastábales un frugal almuerzo, bajo los árboles. O junto al mostrador de los innumerables negocios instalados a prisa en los alrededores.
   No obstante ser en los comienzos de la primavera, el día fue casi tropical; brillante, diáfano, sonoro como una copa cristalina, pero de calor desusado en esa estación. El radiante sol argentino celebraba al Señor: “Coeli enarrant gloriam Dei”.
   La organización perfecta, qua ha previsto los menores detalles y asignado un lugar a cada corporación y una hora precisa de llegada; la policía auxiliar, desempeñada por dos mi jóvenes abnegados e infatigables, con un brazal por distintivo, facilitan la formación de la columna, que ha de exceder largamente los cálculos más optimistas.
   A la una de la tarde forman su vanguardia las Hijas de María, llegadas de todas las provincias y aún de varias naciones sudamericanas.
   Son treinta mil. Sus estandartes de seda, sus albos vestidos y sus tules, pondrán en el severo conjunto una nota de mística poesía. Encendidos los rostros, brillantes las miradas, defendiéndose del sol con el cuaderno de los cánticos o los programas, que trepidan sobre las juveniles cabezas, como las alas de infinitas mariposas, avanzan sin fatiga y con paso ligero.
   Siguen las innumerables congregaciones de damas, que lucen la clásica mantilla española, de épocas lejanas, casi olvidadas en el tiempo y en las costumbres y que se reviven con saludable emoción.
    Oraciones y cánticos saturan el aire y suben al cielo. Dos horas tarda en pasar la columna femenina, no obstante marchar en filas profundas.
   A continuación, las colectividades extranjeras, haciendo flamear las banderas de todas las naciones.
   Salvas de aplausos las acogen, y el admirable locutor oficial del Congreso, monseñor Napal, que las divisa desde la torre de comando, las saluda con palabras de amistad.
   Alrededor del palio flanqueado de sacerdotes de sobrepelliz, marchan, en devota cohorte, los archicofrades del Santísimo Sacramento, con sendos cirios, y en pos las copiosas corporaciones de miembros de la Acción Católica, marianos, vicentinos y jóvenes estudiantes, además del majestuoso conjunto de millares de clérigos con cándidos roquetes.
   Luego los Exploradores de Don Bosco y los Huérfanos de militares. Todas las corporaciones, con sus banderas, sus medallas y sus brazaletes, marchan en filas piadosas y edificantes.
   Los coros cantan el Amor de los Amores. El locutor reclama silencio, y con frase elocuente, a menudo pintorescas, describe algún aspecto de la interminable procesión.
   Gracias, en gran parte, a él, se distrae la prolongada espera, se olvida la sed, se siente menos la fatiga. Es n prodigio que, a pesar del intenso calor del día, tantos centenares de miles de personas pudieran permanecer de pie, al rayo del sol, sin mayores accidentes. Algunos hubo, en número escaso y como para comprobar la eficacia de los servicios de la Sanidad del Congreso, instalados en 32 casillas, con equipos de médicos practicantes y 500 enfermeras.
   A veces bastaba un trozo de hielo, un vaso de agua fresca, unos minutos de reposo, para que el malestar pasara y el enfermo se sintiera ganoso de volver a su sitio.
   Para aliviar el calor, los equipos de la Sanidad distribuyeron sin taza pedazos de hielo entre los jóvenes de la policía auxiliar, que tan preciosa ayuda prestaron durante el Congreso.
   Poco a poco van llenándose los 25.000 bancos en la inmensa cruz formada por las avenidas que convergen sobre el Monumento.
   Hay cabida para 200.000 personas, sentadas o arrodilladas. Pero aparte de esos sitios, reservados a las corporaciones, hay espacio para centenares de miles, en el inmenso anfiteatro, cuyo centro es la blanca Cruz, adentro de la cual ha quedado escondido el enorme mármol de Querol llamado el Monumento de los Españoles, uno de los más grandes de la ciudad. Desde su plataforma, hacia cualquiera de los puntos cardinales, se ve ondular el océano humano.    A las tres y media de la tarde, la potente voz de monseñor Napal, que millares de altoparlantes amplifican y difunden, anuncia la aparición, lejana aún, de la carroza del Santísimo Sacramento. Agrega la cifra en que la policía ha calculado los espectadores, que asisten, de cerca o de lejos, al acto: ¡dos millones de personas!
   Jamás se ha visto gentío igual en ninguna ciudad del orbe.
   La carroza del Santísimo es una plataforma rodante, convertida en templete. Ocho gráciles columnas doradas sostienen un blanco dosel, bordado con las armas pontificias y argentinas, bajo el cual se ha instalado la joya más rica de nuestra Catedral, la monumental Custodia, en cuyo fino viril de oro está el Sagrado Cuerpo de Cristo, oculto en las especies eucarísticas.
   En aquel templete móvil, que arrastran 18 sacerdotes revestidos con dalmáticas blancas, va el Cardenal Legado, de rodillas, adorando la Hostia.
   Su palidez, su arrobamiento, la perfecta inmovilidad de sus manos juntas, aun la esplendorosa capa de oro que cubre su figura ascética, y las flores que alfombran el piso, dan la impresión no de una escena viviente, sino de una maravillosa estampa bizantina.
   Delante de la carroza va la Cruz litúrgica, entre una nube de acólitos con sotanas rojas, negras, violetas y azules, e innumerables seminaristas y sacerdotes. Y doscientos prelados, arzobispos, obispos, patriarcas, dignatarios eclesiásticos en traje violeta.
   Detrás, el pueblo en masa, que aguarda impaciente y se cierra como las olas del mar en la popa del navío.
   Pero junto a la carroza, la escolta magnífica, los cuatro Cardenales con sus fulgurantes colas de púrpura, el presidente y el vicepresidente de la Nación, los ocho ministros, altos jefes del Ejército y de la Marina, y los más ilustres personajes del mundo oficial.
   La multitud se arrodilla al paso de la Sagrada Custodia, pero un instante después estalla en vítores frenéticos y aplausos, que tienen el rumor de los mares.
   “De todo este ruido –dice el P. Boubée en una admirable crónica publicada en “Etudes”-, así como de los esplendores de la fiesta, parecía que nada llegase hasta aquel santuario que avanzaba silenciosamente, y donde el representante del Papa, abstraído en su contemplación, adoraba a Díos. Cuando llegaron, a eso de las 17 y media, al Monumento de Palermo, debieron advertir al Legado que la procesión había concluido y que era necesario subir al altar para la última bendición”.
   Asciende en medio de una tromba de vítores seguida del portentoso tedéum a quinientas voces, organizado y dirigido por el P. Solari.
   Se aproxima el instante solemnísimo de la bendición, que clausurará el XXXII Congreso Eucarístico Internacional.
   Sin saber porqué, los corazones palpitan con ritmo ansioso, esperando un acontecimiento, de que se viene hablando sotto voce.
   Se dice que el presidente va a pronunciar una plegaria consagrando su pueblo a Jesús Sacramentado.
   Pero nadie está seguro de lo que ocurrirá.
   El coro polifónico entona el Tantum ergo, que precede siempre a la bendición con el Santísimo. Es la escena final. De repente el Arzobispo de Buenos Aires se adelanta y con un gesto imperioso hace callar a los músicos.
   Y en el vasto silencio de aquella tarde sonora, y ante los ojos atónitos de su pueblo, se alza la fuerte voz del general Justo, presidente de la Nación Argentina, que recita con mesura y grandeza, ante el micrófono, una oración llena de fervor y de majestad.
   “Señor del Universo, Dios de las Naciones de los pueblos, de los grandes y de los humildes, que constituís el divino faro que guía al hombre en medio del impenetrable misterio de la vida. Dios del Evangelio que hacéis cantar la esperanza de la naturaleza en cada primavera y la esperanza de la humanidad en cada niño-
   “Jesús, Redentor nuestro: he aquí a vuestras plantas a un creyente que os dice: Señor Todopoderoso: haced que sobre el pueblo argentino descienda la paz, que ella reine en el espíritu de todos sus hijos, en sus hogares, en la Nación entera, en la América que reservasteis para la fe; en la humanidad toda, que tanto la necesita, que tanto sufre y llora por haber abandonado vuestra divina senda…”
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   El fragor de un interminable aplauso cubre las últimas palabras del Presidente; aplauso en que se ha unido la nación entera, porque a esa misma hora, en todos los ámbitos del país donde hay un aparato de radio, grupos de oyentes conmovidos escuchan la magna voz del Congreso.
   El coro vuelve a atacar el Tantum Ergo. Prolongado estremecimiento en la multitud. ¿Todos de rodillas! De nuevo el enorme silencio. El Cardenal Pacelli levanta la Hostia y bendice con ella a la ciudad y al mundo.
   Son las seis de la tarde. El sol va a esconderse detrás del rudo perfil de los blancos rascacielos y las sombrías arboledas.
   Habla el Cardenal Pacelli. Una soberbia alocución, pronunciada en un castellano purísimo, en que de cuando en cuando el oído atento descubre la dulce inflexión de una voz del Lacio.
    Refresca la brisa, y la bandera que caía fláccida e inerte se extiende en su mástil de 26 metros de alto, cerca del Monumento. Pero es hora de arriarla. Suenan los clarines, y todos los ojos se fijan en ella, y la saludan decenas de miles de pañuelos blancos.
    En la copa de los corazones no cabe una gota más; y llega el torrente del Himno Nacional, que un millón de gargantas corean y llena de lágrimas los ojos.
   Sublime final del XXXII Congreso Eucarístico Internacional.
   El sol se ha entrado. Sobre el telón obscuro del cielo se recorta la enorme Cruz, donde resbala el apacible fulgor de las estrellas.
   Podría apagarse toda otra luz, y es seguro que el pueblo que vuelve a sus hogares sabría encontrar su camino al resplandor de aquella Cruz.
   “Porque Vuestra palabra, Señor, es una lámpara delante de mis pasos y una luz en mi sendero” (Salmo 118,9.)
 (Extraído de "Páginas Católicas" , de  Hugo Wast.)
                               
                                                   15 DE OCTUBRE DE 1934
               ACCIÓN DE GRACIAS EN BASÍLICA DE LUJÁN
CARDENAL PACELLI EN LUJÁN

16 DE OCTUBRE PARTIDA DEL LEGADO

CARD. PACELLI SE DESPIDE
CONDUCIDO AL PUERTO POR EL PRESIDENTE DE LA NACIÓN
PACELLI EMOCIONADO Y MUY PÁLIDO BENDICE A LOS ARGENTINOS

     
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LA JUVENTUD ESTUDIOSA PARTICIPA CON GRAN ENTUSIASMO EN EL CONGRESO.
(Revista La Razón 1934)                                          
¡VIVA CRISTO REY! ACLAMADO POR 2 MILLONES DE ALMAS

MONSEÑOR PABLO CABRERA Y SU COLABORACIÓN
A RAZÓN SOLICITA COLABORACIÓN PARA SU REVISTA HOMENAJE 
                    AL XXXII CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL
                          MONSEÑOR PABLO CABRERA ¡PRESENTE!
        

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CONCLUSIÓN
ESTE CONGRESO BRILLÓ ENTRE LOS MÁS DE CIEN EFECTUADOS EN TODO EL MUNDO. EL DE CHICAGO RESULTÓ UNA BELLEZA PERO CONTRA LO QUE SE PENSABA EL DE ARGENTINA LO SUPERÓ AMPLIAMENTE  DEMOSTRANDO QUE EL PAÍS MÁS CATÓLICO DE ESOS TIEMPOS ERA LA ARGENTINA. FUE APOTEÓSICO, IMPRESIONANTE, INOLVIDABLE.
¡DIOS NOS INSPIRE PARA VOLVER A ESE CAMINO, HACIA LA VERDAD Y LA VIDA!!!

Al constatar que la Religión Católica es la más importante del mundo, en el S.XX, y que en ese siglo, gracias al XXXII Congreso Eucarístico Internacional, quedó fuertemente demostrado que la Argentina era también, el país más acendrado en la Iglesia de Cristo. Para los sionistas era urgente debilitar esa fe y devoción, a fin de preparar el terreno para aplicar el Plan Andinia. Lo primero que  impusieron fue el Concilio Vaticano II. 
Entonces se comprende porqué les hizo falta buscar un falso papa y que fuera argentino para que lave el cerebro de sus fieles. La gran mayoría ha caído como chorlitos en la trampa, que Dios los ayude.


           
RELIGIONES MÁS IMPORTANTES DEL MUNDO EN EL S. XX
CATÓLICA APOSTÓLICA ROMANA: 550.350.000; Protestantes: 216.949.060;
Ortodoxos: 137.033.500; Coptos: 6.752.000










 




















   



                                                           

                                



   












                                        


                                      







Comentarios

  1. Debajo de la foto debe decir Adela Harilaos de Olmos en vez de Ladislao. (Delia Cabrera, vale)

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